
En la antigüedad, el filósofo que no escribía, pero pensaba, no se exponía al desprecio; desde que nos postramos ante la eficacia, la obra se ha convertido en el absoluto del vulgo; a quienes no producen se los considera “fracasados”. Sin embargo esos “fracasados” habrían sido los sabios de otros tiempos; ellos rehabilitarán nuestra época por no haber dejado trazas en ella.
¿Habeís triunfado en la vida? Jamás conoceréis el orgullo.