sábado, 7 de marzo de 2009



¿En qué estaba pensando Ugis? ¿En la trascendencia? ¿En la posteridad? La posteridad es el gran mito del fracasado. Parte del absurdo presupuesto de que las generaciones posteriores serán más inteligentes que las actuales. En Buenos Aires el efecto combinatorio de la democracia, Fito Páez, el video clip y el ingreso irrestricto a la universidad arruinó a la generación nacida a fines de los ’60; es obvio que las consecuencias de Babasónicos, el nuevo cine argentino, el teléfono celular y la comida delibery va a arruinar aún más a los nacidos a fines de los ’80. Si algo vale la pena tiene que ser ahora. El presente es el único lugar posible, interesante, conmovedor. Toda biografía se escribe en un único tiempo verbal: el presente (a veces se conjugan verbos en pasado o futuro, pero esto es un detalle sin importancia). Marina Tsvietáieva: ‘A propósito de los que supuestamente llevan un retraso de uno o tres siglos, citaré sólo un ejemplo, el del poeta Hölderlin, que por los temas que trata, por sus fuentes e incluso por su vocabulario es un poeta de la Antigüedad, es decir, llegó a su siglo XVIII con un retraso no de un siglo, sino de dieciocho. Hölderlin, que solamente ahora comienza a ser leído en Alemania, es decir, después de que han transcurrido más de cien años, ha sido adoptado por nuestro siglo y, ciertamente, no es antiguo. Tras haber llegado a su siglo con un retraso de dieciocho, se ha revelado contemporáneo de nuestro siglo XX. ¿Qué significa ese milagro? Significa que en el arte es imposible llegar tarde; que no importa de qué se nutra, ni qué busque resucitar, el arte es por sí mismo avance. Que en el arte no hay retorno, que es movimiento continuo, es decir, irreversible’.