
Su muerte sería otra de sus obras inéditas si no lo hubiera, como se dice, sorprendido.
Y pasaron los años.
Cuando cumplía los treinta y tres, la noche del día en que –según los más-, cansada de esperarlo, Eva consintió en casarse con Paco Ramírez, Alcides me comunicó su determinación de pensarla “con el cuerpo y el alma”. Fueron sus primeras palabras.
Creo que quería lucirse conmigo. Su proyecto era complicado, pero de otra manera. Tengo una hipótesis: quería ser Eva y prohibírselo a la vez. A eso le llamaba pensarla. Todo el mundo había esperado que se casara con ella, no que la pensara. Sólo muy lentamente algunos sospecharon años después que ese matrimonio se había consumado a su modo. Únicamente yo supe de esa unión conyugal abstracta que pretendía ser, según Alcides, un triunfo de la voluntad contra lo posible y que se fue convirtiendo en su obra maestra desconocida.
"Eva"