skip to main |
skip to sidebar
[pegan a un psicoanalista]

Lo de Germán ocurrió el primer día, al bajar yo del avión. Me invitó a cenar y se emborrachó. Yo no me di cuenta de su “pérdida de la razón”. Como estoy (mal)acostumbrado a ser yo el beodo, no tuve la calidad suficiente para comprender que Germán, más que emborracharse, se había intoxicado. Me golpeó sin aviso y, se supone, adrede, en la cara; yo le avisé que iba a defenderme, y en el trámite terrorífico de querer contener su avalancha de golpes, sin querer le rompí un brazo (como me enteré días después, y entonces comprendí por qué no quería verme: para mí no pasaba la cosa de un incidente de borrachos). Pero nadie va a creerme este “sin querer”.