
Fue un choque entre el Rating y el Corán. Para los talibanes lo que dice el Corán es bueno, y lo que no dice el Corán es malo. Para los productores el asunto funciona de la misma manera: lo que tiene rating es bueno, lo que no tiene rating es malo.
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Cada uno de los panelistas estaba convencido de algo, en forma individual, pero en conjunto eran la misma imagen del desconcierto. Eran los encargados de darle al programa el caracter de "juego", encontrando el sentido oculto de una tos o descubriendo un plan en un tropiezo; su trabajo consistía en eso, en convertir a una decena de chicos incapaces de organizar un cumpleaños en un grupo de estrategas rigurosos y fríamente calculadores.
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