sábado, 20 de marzo de 2010



Yo creo que era un símbolo: se aferraba a la diversión para olvidarse de la vida. Yo también, cuando pude, pasé mi vida entre sonrisas burlonas, correcciones autoritarias y desprecios de toda índole. Para su suerte, espero que mi hijo no se parezca a mí. Quiera Dios que carezca de miedos. Que la diversión sea su destino. Que no sospeche nunca qué es la vida y que no tenga que cuidarse de ella. Quiera Dios que no pertenezca a la vida. Que la olvide, así podrá gozar de ella. Mi hijo no es muy estudioso, pero se sabe manejar. No estudia mucho, pero siempre tiene listos un par de datos precisos que le otorgan fácilmente la victoria. Dispone libremente de mis libros, siempre y cuando se lave las manos antes de tocarlos. En ellos puede encontrar todo lo que necesita saber. Hasta aquí llego, porque acabo de perder el hilo de lo que estaba diciendo. No será la última vez que algo así me pase.