skip to main |
skip to sidebar
En el caso de Pessoa, la creación literaria de heterónimos no representaría, entonces, un síntoma patológico (psicótico), sino, por el contrario, el medio hacia, y la expresión de, su cura: una terapia pacientemente autoimpuesta, una iniciativa de salud. En este sentido, multiplicarse, reconocerse plural y aceptarse como tal, no implica perderse; sino, por el contrario, encontrarse. Pero ya no en un punto fijo y estable, en un núcleo sólido y seguro, en un yo; sino en un espacio de transición, en un umbral o intervalo en el que, pliegue a pliegue, se va tejiendo, como hizo Pessoa con sus heterónimos, la propia identidad. Originalmente Pessoa tuvo la pretensión de crear un poema universal, un drama total, un Poemodrama titulado Fausto. Sin embargo, este proyecto nunca fue concluido, pues se le presentó a Pessoa como una tarea inabarcable. Frente a esta imposibilidad, para poder expresar todo lo que quería en aquel poema total, para poder llevar a cabo su tarea en una solo vida, para que el tiempo le fuese suficiente, Pessoa tuvo que multiplicarse a sí mismo produciendo con ello diferentes visiones de mundo al mismo tiempo. Esto le permitiría expresar lo que en el Fausto había quedado pendiente. De esta forma, transitando del Poemodrama al Poetodrama, Pessoa lograría vivir varias vidas al mismo tiempo. En el Poetodrama, entonces, asistimos a la constitución y expresión de un escenario y de un drama interior; a la formación de un teatro que representa los paisajes del alma del poeta a partir de los que se creará su obra. Es así que Pessoa le da nacimiento a sus famosos heterónimos; a sus otros yos, a sus otras voces, las que le permiten decir cosas que antes no hubiera podido por estar sometido a la tiranía de su yo dominante. Pessoa se multiplica para liberarse.