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En este sentido, mi inexistencia literaria no responde ni a la ceguera de la crítica ni a la del mercado, ni a nada parecido, en todo caso, mi inexistencia es una ganancia que yo mismo fui trazando. Lo comprendo y lo acepto. No cualquiera puede lograr tal sistematicidad, más que nada hoy, cuando se mal interpreta aquello de publicar antes de escribir. Porque cómo hacer entonces para que la propia obra se haga impublicable, cómo lograr el efecto de rechazo que le de singularidad a una obra. Esa es la única pregunta que mi literatura me ha permitido realizar, ¿cómo, en el contexto de la literatura argentina, volverse irremediablemente impublicable?