El futuro no es para mí. Y entonces, ¿para qué seguir prodigando pruebas? ¿Para qué publicar, año tras año, otro mal libro? Y no solamente malo, pésimo, espantoso, basura pura. ¿Sólo para que algún día mi hija sufra el bochorno de leer…? Mejor sustraerse a esa humillación. Muerto el perro se acabó la rabia. Ya no es como era antes. Ahora la obra no dura: acaba con su autor. Si yo desaparezco, mi literatura se niega a sí misma y ninguna vergüenza me sobrevive. Sólo la memoria de que quise ser un buen padre para mi hija; alguien de quien ella podrá recordar que, estando a su lado, a veces fue feliz.
La última filóloga
Hace 4 horas