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Ahora surge esta enigmática de las vías cardíacas vinculadas al gozo y –querríamos decir- a la gracia. Término este último que Alan Badiou aplica a la filosofía deleuziana en su totalidad, palabra que sorprende que vuelva a circular en la pensadería actual, que se caracteriza por lo contrario: una adaptación cada vez más acomodada, invisible, al chat terciario y pedagógico del nerd.
Concretamente la gracia parte -entre otras partidas- del hecho tan sencillo, como parroquiano y simplón, de afirmar, de cara a la mañana: “¿Qué hay? Todo es gracia”. Caracterización que nos sirve, ya que nos dice: y sí, qué hay, mezclo códigos, me hago pasar por poeta y soy astrólogo, me hago pasar por ambos pero soy un impostor, o bien me trato como impostor pero actúo como Rey para mi pájaro, y total qué, si todo es gracia.
De todas maneras tampoco querríamos posar tanto: mezclar códigos a la manera de la máquina de trinar no es para cualquier parroquiano.