domingo, 17 de enero de 2010


Si trato de definir lo que quise hacer desde que comencé a escribir, la primera idea que me viene a la mente es que nunca escribí dos libros semejantes, nunca tuve ganas de repetir un libro, una fórmula, un sistema o una manera ya elaboradas en un libro precedente. Esta versatilidad sistemática varias veces desorientó a algunos críticos preocupados por volver a encontrar de un libro a otro la ‘huella del escritor’; y quizás también ha desconcertado a algunos de mis lectores. Me valió la reputación de ser una especie de computadora, una máquina de producir textos. Por mi parte, me compararía más bien a un campesino que cultiva diversos campos; en uno sembraría remolachas, en otro alfalfa, en un tercero maíz, etc.