Aquellos que son fieles conocen solamente el aspecto trivial del amor. Somos los inconstantes los que conocemos sus tragedias.
¡Siempre! Esa es una palabra abominable. Cada vez que la oigo me hace estremecer. A las mujeres les gusta usarla. Arruinan todos sus romances con el deseo de hacerlos durar toda la vida. Además, es una palabra sin sentido. La única diferencia entre un capricho y una pasión eterna es que el capricho dura un poco más.
Los hombres se casan porque se sienten cansados, las mujeres porque son curiosas, pero unos y otros salen defraudados.
Ninguna mujer es un talento. Las mujeres forman un sexo decorativo. Nunca tienen nada que decir, pero lo dicen de una manera encantadora. La mujer representa el triunfo de la materia sobre el espíritu, así como el hombre representa le triunfo del espíritu sobre las buenas costumbres.
La fidelidad es en la vida sentimental lo mismo que el talento en la vida intelectual: una simple confesión de fracasos. ¡Fidelidad! Algún día la estudiaré. Allí comienza el deseo de la propiedad. Nos desprenderíamos de muchas cosas si no fuese por el temor de que otros las aprovecharan.
La gran desventaja del matrimonio es que nos hace generosos. La gente generosa no tiene gracia. Carecen de personalidad.
Las mujeres, como dijo un francés de talento, nos inspiran el deseo de hacer grandes cosas y después siempre nos impiden realizarlas.
¡La horrible memoria de las mujeres! Es cosa de temer. Siempre revela estancamiento intelectual. Se debe absorber el color de la vida pero sin recordar los detalles. Los detalles son siempre groseros.
El único encanto del pasado es que realmente ha pasado. Pero las mujeres no se dan cuenta cuando cae el telón. Siempre esperan un acto más y cuando el interés de la pieza se ha terminado por completo, ellas siempre proponen una continuación. Si por ellas fuera, toda comedia terminaría en tragedia, y toda tragedia acabaría en farsa.
Me temo que las mujeres aprecian la crueldad, la franca crueldad, más que cualquier otra forma en el mundo. Sus instintos son asombrosamente primitivos. Nosotros las hemos emancipado pero al mismo tiempo siguen siendo esclavas en busca de sus dueños. Ser dominadas es algo que las apasiona.
Y en el fondo, tal vez, en toda alegría, como en todo placer, hay siempre algo de crueldad.
Cuando una mujer se casa otra vez es porque detestaba al marido anterior. Cuando un hombre se casa nuevamente, es porque adoraba a su primera mujer. Las mujeres buscan su felicidad; los hombres arriesgan la suya.
Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer, siempre que no la ame.
Las mujeres, como afirma alguien, amamos con los oídos, así como los hombres aman con los ojos, si es que aman de alguna manera.
Todo romance se alimenta de la repetición y la repetición transforma a los apetitos en arte. Además, cada vez que uno ama es la única vez en la vida que uno ha estado enamorado. El cambio en los objetos del amor no altera la unidad de ese amor. Simplemente lo intensifica. La vida no nos permite más que una sola gran experiencia, y el secreto está en reproducir esa experiencia tan a menudo como sea posible.
Claro que la vida conyugal es nada más que un hábito, un pésimo hábito. Pero uno lamenta la pérdida aun de nuestras peores costumbres.
Cuando alguien se enamora siempre empieza por engañarse a sí mismo y termina por engañar a los demás.
Hay algo ridículo, siempre, en las emociones de aquellos a quienes hemos dejado de amar.