Perón producía la doble figura de aquel que ya había dicho todo sobre todo, a la vez que él mismo funcionaba como un gran cuerpo ausente, el perfecto pretexto para la eterna interpretación... En LOS ELEMENTALES, en cambio, no hay finalmente interpretación que dé cuenta de esa permanencia infinita de Bernetti, ninguna explicación alcanza para entender su estado ni su pasión por esa especie de entelequia que son los objetos eternos.

P: ¿Y qué son los objetos eternos?

R: Son una utopía que pasa de privada (Bernetti) a colectiva (los discípulos). Ese es el mundo en el que yo andaba cuando escribí la novela. Entre Perón y Plotino. Un campo que vacilaba entre la filosofía, la política, el manual de mecánica automotriz y la teoría de las formas puras. Y como para mí eran todos desconocidos, podía moverme en ellos salvajemente, saqueando.

Como efecto de lectura, Lamborghini quebró en mí cualquier propensión a la buena conciencia. Creo que los textos de la buena conciencia son, en resumidas cuentas, cínicos. Porque se proponen como ecuaciones simplificadoras, tranquilizadoras; presumen un público infradotado.