El anacronismo de la postmodernidad se evidencia en ese momento en que, por fin, se siente que todo es decible, que cualquier música es escuchable, que cualquier paper es un texto literario o que hay condiciones veritativas válidas para hacer de una poesía una demostración lógico-analítica. La postmodernidad, en definitiva, merced a su lógica insaciable de saturación, llena de deseo y de flujo los vacuos sitios modernos sobre los cuales el yo derrumbaba ontologías inermes con fatigadas preguntas acerca de la nada.
Por eso puede ahora definirse a la literatura como “postautónoma”, pues ya no se trata de si es buena o mala, no se trata de la legitimidad del autor o del campo específico, sino de su vínculo con los materiales disponibles. El secreto mejor guardado de la literatura del presente es poder decirlo todo. La literatura se vuelve postmoderna en ese efecto de restitución mediante el cual repone experiencias inactuales y descubre en las nuevas narrativas el síntoma que, como definimos antes, se expresa en la manifestación anacrónica del amor.
Todo se publica, todo se edita, yo lo transformo.
Primavera 2024 (8)
Hace 14 horas