martes, 3 de diciembre de 2013

Se dirá que estoy haciendo una crítica externa, inatinente. Me permito señalar que coincido con el diagnóstico que sobre sí mismo y su generación da Casas: «Al octavo whisky lo llamo a mi amigo Santiago y le digo, medio llorando, medio exaltado: Che, Aira nos cagó, la literatura argentina cayó en la trampa de Aira [...]. Los escritores serios, los grandes gigantes, son mirados de soslayo: ¡reina el viva la pepa!» Y es en virtud de ese viva la pepa que estos ensayos son publicados por Emecé, que Casas tiene su módico y merecido triunfo literario. Imagino que todo esto no es ajeno al nihilismo y la desesperación generacionales. Quisiesen ser grandes escritores -correr, al menos, el riesgo de serlo-, disfrutar -es decir, no “mirar de soslayo”- de los grandes escritores; no lo son, no lo hacen, y son conscientes de ello. Ensayos bonsai da cuenta de esta conciencia de inferioridad de la que hablo.