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[la epistemología en el baño: Capusotto y eugenesia]
Cuando la conducta del homo sapiens pueda ser diseñada mediante combinaciones químicas y sufra alteraciones por procedimientos técnicos, recién entonces la cientificidad de una disciplina relativa a lo humano será tomada en serio. Mientras tanto las hoy llamadas ciencias sociales navegarán por aguas turbias. Quien lo dude podrá realizar una visita guiada a las facultades que se ocupan de lo social y ver el grado de cientificidad del personal docente y de sus alumnos. Entre la filosofia de la historia de Walter Benjamín, las rupturas epistemológicas del desempolvado Louis Althusser, la semiopolítica de Laclau, los apotegmas de Merleau Ponty, las multitudes nomades de Toni Negri, la vida líquida de Zygmunt Bauman, al análisis sociológico del fenómeno Peter Capusotto, el nunca bien ponderado grotesco de Alberto Olmedo, el reciclado Tato Bores, junto al análisis de los ferrocarriles de Scalabrini Ortiz y las nacionalizaciones de Victor Paz Estensoro en la Bolivia de los años cincuenta, los visitantes podrán ingresar con su máquina Polaroid para fijar imágenes de esta vanguardia del conocimiento tan variada y activa como una Salada cultural. Olvidaba que también se ofrecen clases de tango. A este laboratorio retórico se lo llama Facultad de Ciencias Sociales y por ahora ocupa el lugar acechado por las ciencias cognitivas antes nombradas que esperan su turno por mandato de lo que Heidegger llamaba “la era de la técnica”. Pero es una suerte que el dominio cognitivo en cuestión demore su traspaso de mando. Mejor el caos de la culturalina que la pacatería marketinera de las universidades privadas.